martes, 21 de julio de 2009

Sin paliativos ni falsas moralinas


¿Qué es exactamente la literatura homosexual? Podría hacerse un inventario kilométrico de escritores que han abordado explícitamente el tema homosexual en sus novelas, poemas y ensayos a través del tiempo. Safo, Oscar Wilde, Federico García Lorca y Salvador Novo son algunos de los más famosos pero jamás, que yo sepa, reivindicaron un espacio propio que no fuera el literario.


Hasta hace poco, había que sortear muchas dificultades antes de encontrar textos que hablaran al respecto. Ahora las librerías especializadas se han encargado de situar un rinconcito gay dentro de sus aparadores. Sin embargo, lo único que nos revela lo anterior es el desmesurado afán que tenemos por las clasificaciones que, si bien tienen algún provecho en la ordenación del mundo, por otra parte distorsionan gravemente la realidad y la simplifican en extremo.


Cuando Marguerite Yourcenar escribió “Alexis o el tratado del Inútil combate”, por ejemplo, habló con claridad de un gran problema: la autenticidad del homosexual. ¿Dijo en algún momento que aquello era literatura homosexual? Por supuesto que no. Sólo escribió literatura. Marguerite escribió espléndidamente y lo hizo por pura vocación literaria. Si ella habló de esa condición fue porque íntimamente le tocaba y así lo quiso.


Estaba dirigido a todo el público y no a un gueto determinado. Le bastó con hacerlo sin más. En este sentido, aunque parezca mentira el tema siempre será secundario. Un poeta comentaba un día que sus conocidos le cuestionaban su sexualidad al saber que se dedicaba a escribir poemas. Y es que mucha gente se equivoca al relacionar la sensibilidad del escritor con la posibilidad de que sea homosexual, hecho que sólo ejemplifica los prejuicios con los que en pleno siglo XXI seguimos viviendo.


Cuando hablamos de literatura, hablamos de historias obsesivas y pasionales cuyo carácter ficcional se nutre del espejo roto de una realidad delimitada por la injusticia, los atropellos, la desigualdad y la discriminación generalizada. Porque incluso aquello que resulta monstruoso a la vista de las “buenas conciencias” cabe en la literatura.


En ella se cuenta siempre la experiencia humana, tal cual, sin paliativos ni falsas moralinas. Por eso, demuestra que salen sobrando las etiquetas. Como decía Séneca, prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones. Así, si yo quiero escribir sobre esto lo hago y punto. Y es para todos, sin excepción.



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