Las últimas semanas hemos vivido un intenso bombardeo respecto a la influenza, sobretodo cuando
La tendencia natural a la sobrevivencia nos ha llevado a tolerar las restricciones con tal de sentirnos más seguros, pero la pregunta principal debe ser si verdaderamente se ameritan las medidas extremas que se han tomado no sólo en el DF, sino en muchas otras ciudades en el mundo. Lo único que se ha generado con esto, es una epidemia de desinformación que lejos de ayudar, provoca mayores dudas al respecto.
La razón para desconfiar de lo que aparece en los medios es elemental, pues resulta lamentable volver a los tiempos en los que se desvirtúa la lógica bajo los inventos de un peligro inminente sin fundamentos reales. El Presidente y el Jefe del Distrito Federal han subestimado el sentido común de la sociedad. De tal modo, han ejecutado acciones que han afectado al país, las cuales sólo demuestran una notable incapacidad para manejar la situación.
Ya vimos adonde llevó la privatización de la banca, otra pandemia invisible de unos cuantos que afecta las vidas de más de 6 mil millones de habitantes del planeta. El fraude neoliberal de la banca depredadora desembocó en la nacionalización invisible que deberá ser subsidiada por las víctimas, es decir, por todos sus derechohabientes.
Entre tanto, los gobernantes de los estados pelean el protagonismo político, además de fomentar el pánico en la gente a través del radio y la televisión, que cuando se entere que ha sido engañada, dará muestras de la indignación que ya se acumula en todos los estratos. Así pues, no es posible que nos dejemos vencer por la histeria colectiva, como tampoco debemos caer en el escepticismo que deriva en la teoría de un complot internacional.
Sin embargo, tal parece que el gobierno panista está jugando con la inteligencia de los mexicanos mientras aprovecha el miedo que se ha producido para tomar decisiones que no están encaminadas al beneficio común. Ya llegará el momento en que tengan que rendir cuentas a la población a la que han estado manipulando, porque desviar la atención sobre una epidemia inverosímil costará muy caro a partidos políticos y gobernantes.
Por otro lado, si analizamos las plagas que nos han azotado a través de los años, veremos que han sido más letales y aún así hemos sobrevivido a ellas, aunque no sin dificultades: me refiero a la pobreza, la corrupción, las consecuencias del calentamiento global, los terremotos, las inundaciones, así como a las crisis económicas recurrentes.
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