Tal vez por eso, al Nobel se le vea siempre en su nicho de celebridad y a todos sus amigos incondicionales les parezca común ubicarlo allí. Sin embargo, esa costumbre ha prevalecido desde el día en que publicó Cien años de soledad hasta hoy, porque responde a la condición rarísima que tienen sus libros, los cuales se jactan de ser a la vez éxitos en ventas y buenas piezas de literatura.
Suele ocurrir en el ámbito editorial que un libro se venda mucho sin volver a repetir la hazaña; o en su caso, que se vendan satisfactoriamente varios títulos de literatura “barata” de un mismo autor. Pero bueno además de popular, sólo García Márquez.
Gabo, como se le comenzó a llamar en México cuando era una joven promesa que pocos conocían, acude a dar un paso más en la creación de lo que bien pudiera ser su monumento definitivo.
Cuando la vida es una novela y lo menos que se puede hacer es contarla, García Márquez vuelve a publicar. Condensada en más de quinientas páginas inolvidables, la autobiografía del escritor colombiano se perfila como un libro de culto al llegar a manos de sus lectores.
Con el lanzamiento de Vivir para contarla, publicada por la editorial Diana, culmina su gran trayectoria al despertar una efervescencia, una curiosidad e incluso una expectación de gozo que muy pocas veces se ha dado en el mundo de la literatura.
Se trata, ni más ni menos, de algo que está por encima de lo que cualquier escritor de nuestro tiempo nos puede obsequiar. Con esta obra, el Gabo nos ofrece un ramillete de imágenes y de anécdotas que forman parte de la leyenda que él mismo ha edificado a su alrededor.
Después de humedecer con los dedos la última página, la suma de sus recuerdos nos permiten situarnos al lado del autor hasta ser cómplices en esa travesía de acontecimientos, los cuales burlaron los incontables obstáculos que trataban de impedir su destino como hombre de letras.
Vayamos cuanto antes a escudriñar sin remordimientos el mítico pasado de su vida documentada que hoy se abre lleno de momentos pretéritos renovados por el prodigio de la memoria. Quienes seguimos su itinerario refrendamos con admiración la magia evocadora que su último libro contiene.
Aunque el estribillo parezca ya tantas veces repetido, García Márquez ocupa el lugar más importante de la lengua castellana y habrá que esperar seguramente otras épocas para tener con quién medirlo en su justa dimensión.
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