En la apacible contemplación de lo pasajero, tomo del librero el volumen de Francis Mestries Benquet, publicado por la Editorial Praxis. Se trata de Viajero en tránsito, una obra que marca el trayecto poético a los resquicios siempre inéditos del ser humano.
Manteniendo un apego por la abstracción, este libro reúne una serie de poemas que alcanzan la soltura, la naturalidad, la malicia y la sugerencia evocadora. Por medio de estas cualidades que determinan a cada uno de sus versos, Francis se sitúa como un conocedor de la literatura que sueña con ella y a la vez contruye sueños.
Con una acertada contundencia, va recreando los ambientes para darle forma a cada nicho de particularidades, a cada frase en despliegue por donde la concepción de su mirada artística se ajusta a la experimentación lúdica de las palabras que fusionan un significado en constante transición.
El autor, conocedor fraterno del lenguaje, invita a redescubrir el valor oculto de lo que somos como extranjeros en el lugar que nos vio nacer. Redime la condición del exiliado y se empeña en reflejar un espíritu libre. Entonando alegorías y sentidos convexos, patenta su vocación de explorador auspiciado por la sed de encontrar nuevos causes en el tejido de la poesía que le canta al poder de la naturaleza.
Sus intervenciones en los accidentes del azar, incitan a suponer que está hablando de algún secreto propio, que está compartiendo una experiencia profunda de su sensibilidad para entrar en contacto con el entorno de esos mundos visibles a los que conduce su escritura. Francis ofrece la nítida representación de la frescura sensorial sostenida, abierta a la capacidad reconstructora de su imaginario personal.
Asimismo, el poeta se deja hacer a la voluntad del viento, se deja recorrer en el intercambio de prebendas, antes de transcribir lo que dictan sus obsesiones circulares. Lo importante es que consigue, con necedad y sutileza, una poesía particular, en la trasparencia de las tradiciones entre Oriente y Occidente. Es en el encuentro con “lo otro”, donde se halla el claroscuro ingenioso del descubrimiento iniciático y de la resurgencia del mito.
La lectura de haikus, por ejemplo, es un cúmulo de evocaciones dotadas del aliento místico de la sincronía. En los cuadros de Remedios Varo, en las mezquitas de Estambul, o en la esfinge doméstica entumecida como las gárgolas de las catedrales, hay una constante búsqueda de la verdad en el viaje interior.
Con la cercanía de un corazón que palpita en la noche, los ojos ocultos se iluminan para emprender el viaje a la lectura y trasladarse a otros lugares; para instalarse en plena travesía y reclinar la cabeza ante la hermosura metafórica de los parajes que atrapan. Porque la escritura surgida desde esa capacidad de asombro pone a Francis Mestries Benquet, en primera fila, como empedernido observador de lo cotidiano.
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