martes, 13 de abril de 2010

Anecdotario


Según el maese Gonzalo Martré, hay tres reglas de oro que por ningún motivo debemos inflingir cuando tengamos la oportunidad de visitar las tradicionales cantinas en la ciudad de México.

La primera de ellas es no beber en cantinas desconocidas, por mas que uno deseé conocer nuevos sitios de esparcimiento. La segunda regla es no acercarse a tomar con desconocidos, aunque ellos inviten las bebidas. Y la más importante y recomendable de todas: evitar discutir con desconocidos, sobre todo si éstos han perdido ya la cuenta de sus tragos.

Todo esto tiene un por qué; cuenta el viejo lobo de bar que en una ocasión pasó por alto no una, no dos, sino las tres reglas a la vez. Desde aquel desencuentro aprendió que ese tipo de yerros son muy costosos. La cicatriz que exhibe en uno de los costados de su cuello es una prueba fiel, tan sólo un ejemplo que clarifica cómo pueden terminar las aventuras etílicas del bebedor más experimentado.

Rodeado de amigos y conocidos, levanta el vaso con su jaibol y antes de brindar con la concurrencia, pide a quienes lo escuchan que no desafien así a la suerte y acusa la moraleja que aún lo mantiene vivo; "se puede violar una, o dos reglas cuando mucho, pero creánme que ignorar las tres al mismo tiempo, resulta mortal".


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